miércoles, 13 de enero de 2016

Nuestro último aniversario de novios: Dans le Noir


Se me había pasado por completo este post. Desde que supe que íbamos a cenar en este lugar tan especial llevo pensando en escribir sobre ello y mirad, se me había olvidado por completo.

Como ya sabéis, Marc y yo nos casamos, así que para nuestro noveno aniversario, ¡si, nueve!, a Marc se le ocurrió ir a un sitio un pelín más especial que de costumbre.
Me habló de un restaurante en el que se cenaba a oscuras y algo me sonó, pero más que nada porque lo había visto en la película "Una cuestión de tiempo", dónde los protagonistas se conocen por primera vez (os pongo primera vez porque se conocen muchas veces a lo largo de la peli, ahí lo dejo). Así que como era nuestro último aniversario de novios me pareció una genial idea.

He de confesar que nunca en mi vida había estado tan nerviosa por una "simple" cena. Era la primera vez que iba a un restaurante en el que no sabía ni qué iba a comer ni qué iba a pasar ni nada de nada. Está claro que no siempre sabes lo que vas a comer, pero como mínimo tienes la opción de pedir lo que a ti más te apetece, pero a Dans le Noir íbamos completamente a ciegas, y nunca mejor dicho.




De primeras el sitio es muy vistoso, elegante e incluso un poco barroco. Habíamos hecho la reserva a las 21h pero nos citaron a las 20:30h para explicarnos cómo iba a ir todo. El chico que nos recibió fue muy amable y esperó a que fuesemos un pequeño grupo para contarnos cómo iban a transcurrir las cosas.
Nos contó que lo que íbamos a vivir era una gran experiencia, que el 60% del personal era invidente y que aunque fuera de esas cuatro paredes fuesen discapacitados, dentro de la sala eran capacitados, de hecho los únicos capacitados para servir mesas completamente a oscuras.
Esperamos a que fuese nuestro turno mientras nos tomábamos una copa y cuando llegó la hora de entrar nos asignaron a Jordi, nuestro camarero.
Jordi hacía 3 años que había perdido la vista, su voz era muy dulce y alegre y su aspecto de lo más amigable.
Entramos a la sala en fila india, cogido todo el grupo del hombro de la persona que tenía delante, y suertuda de mi, yo iba agarrada a Jordi. Aún recuerdo la sensación de entrar en una sala completamente a oscuras, con muchas voces de fondo y con un aroma a deliciosos platos que hicieron que se me hiciese la boca agua. Jordi nos colocó muy delicadamente en la mesa donde íbamos a cenar. Yo no paraba de reír y de palpar todo lo que tenía alrededor para intentar saber dónde me encontraba. A nuestro lado justo había otra pareja, muy simpática, con la que estuvimos toda la noche hablando y debatiendo qué era qué de cada bocado que tomábamos.

Aunque no se trata de un restaurante al que vas específicamente a comer, sino a vivir una experiencia, he de admitir que la comida estaba muy buena, se palpaba que la presentación, aunque no la podíamos ver, era cuidada y los sabores encajaban perfectamente.




Hicimos una cata de 3 vinos distinitos, y aunque nosotros adivinamos que los 3 eran tintos, había gente que había llegado a confundir alguna copa con vino blanco ¡qué mala pasada!
Una vez terminada la cena, Jordi nos acompañó de la misma manera que habíamos entrado al exterior, donde nos esperaban otros camareros con la carta y las fotos de lo que realmente habíamos comido. No adivinamos ni el 50% de los ingredientes, es realmente complicado, y nos parecía mentira...

La verdad es que fue una experiencia maravillosa, una de las mejores que he tenido, la sensación de ser invidente durante un par de horas, sentirte tan vulnerable pero a la vez pasártelo tan, tan bien. Ambos lo disfrutamos muchísimo y lo recomendamos encarecidamente, es algo que hay que hacer, al menos, una vez en la vida.

Además quiero dar las gracias desde aquí a Jordi, nuestro camarero. Fue amable, dulce, paciente y muy simpático. Nos fue preguntando qué creíamos que habíamos comido y nos reímos mucho ante la reacción que él tenía de nuestra respuesta. Fue muy atento y a parte fue muy gratificante saber todo lo que hacía a parte de ser camarero. Jordi es fisio, juega al futbol sala y nos reconoció que era un poco piscinero ¡qué mérito!

En definitiva: "Más que un restaurante, una experiencia humana y sensorial"

Nos vemos en el próximo post!



Con amor, 

A.






1 comentario:

  1. Sin duda me lo apunto para la próxima vez que viaje a Barcelona, estoy convencida de que a Miguel le encantará!! Lo malo es que no si se podré convencer a mis cuñados de que se queden con tu tocaya... Quizá en Madrid hay un restaurante similar, allí tengo a mi madre ;p
    Un abrazo grande A.

    ResponderEliminar

¡Muchas gracias por comentar! :)